Mentiríamos
si dijésemos que nunca hemos escogido un libro por el atractivo de su portada,
por los colores, por los dibujos o, puede que por todo lo contrario: por su
austeridad o por la desnudez de las líneas que van formando letras. Pues sí,
las cubiertas han sido en más de una ocasión un factor importante no solo para
la venta de un poemario, de una autobiografía o de una novela de caballerías
sino para algo tan extendido como es el nombre genérico de una corriente
narrativa. Esto fue lo que sucedió con el género que nació de la tinta de Edgar
Allan Poe con cuentos como Los crímenes
de la calle Morgue (1841) o El
misterio de Marie Rogêt (1842-43) y la figura del personaje Auguste
Dupin, primer detective literario del que se nutrió Sir Arthur Conan Doyle para la creación del más famoso
personaje detectivesco de la literatura universal, Sherlock Holmes.
“La novela policíaca es un relato donde el razonamiento
crea el temor que se encargará luego de aliviar.” Thomas Narcejac |
Sin embargo,
la novela de misterio no se ha mantenido igual con el paso del tiempo y,
volviendo al inicio de nuestra entrada, también su nombre genérico ha cambiado:
este tipo de narrativa, se conoce más comúnmente como novela negra. ¿Y por qué negra y no roja o azul? En primer lugar,
debemos saber que los cambios siempre provienen de los usuarios de la lengua
por lo que en muy pocas ocasiones nos encontraremos con un “porque sí” en
alguna investigación lingüística. En segundo lugar, esta denominación no está
generalizada en la literatura sino que, por ejemplo, en Italia este género se
conoce como novela amarilla (letteratura
gialla). Por lo tanto, podemos deducir de todo esto que la elección de una
“etiqueta” u otra se debe a los hablantes y que estos están, a su vez,
condicionados por su cultura o suceso histórico.
Así pues,
llamamos novela negra a una reconversión, a un subgénero de la novela policíaca
en la que un nuevo tipo de detective, casi tan violento, cínico y marginado
como un delincuente, trata con honestidad, rigor y realismo el mundo criminal;
estas obras ofrecen una crónica de la sociedad en crisis, una mirada crítica
sobre el mundo en que vivimos desde el lado oscuro del ser humano. Raymond
Chandler definió la novela del mundo profesional del crimen como novela negra
en su ensayo El simple arte de matar
(1950). Encontramos el origen primitivo de este nombre en dos aspectos
distintos: el primero, como podríamos haber deducido, en los ambientes oscuros
que reflejan todas estas historias y el segundo aspecto, y más importante, lo
encontramos en la revista estadounidense Black
Mask (1920) y en la colección Sérire Noire
(1945) de la editorial francesa Gallimard, donde se publicaron estos relatos.
El origen
del apelativo amarillo en Italia es
prácticamente idéntico a lo que sucedió en Estados Unidos y en Francia: este
nombre se debe a la colección de obras Il
Giallo Mondadori nacida en 1929 y no de manera directa por el nombre de la
colección, sino por el color amarillo con que se diseñó la portada de cada uno
de los libros. Este término se ha adoptado también en español para referirse a
la crónica periodística que informa sin censura un suceso de sangre.
Pensemos,
después de todo esto, que en la lengua (casi) todo tiene un porqué, desde el
análisis sintáctico de oraciones de seis líneas hasta los colores. No se trata
de sumar dos más dos porque el resultado no siempre será cuatro, pero creemos
que ahí también reside la belleza del lenguaje, en el crimen que alguien
cometió y que ningún Sherlock Holmes ha sabido resolver.
Incluso los colores para mí tienen otro significado. Tienen una voz, los colores, un sonido, como todas las cosas. Un ruido que los distingue, y que puedo reconocer. Y comprender. […] Hay colores que para mí significan algo por la idea que contienen. Por el ruido de la idea que contienen. Carlo Lucarelli
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